Por malambo en Invariancia.Sociología | 2005-11-14
Tenemos libertad de elección, pero no de donde elegir
Peter Ustinov
Los sistemas sociales cambian con el tiempo. Las sociedades no permanecen siempre iguales, evolucionan debido tanto a sus mecanismos internos como a las circunstancias. En un momento particular, el cambio social queda simultáneamente determinado por la historia y por la influencia que los vínculos externos tienen sobre dicho sistema en esa época. Las
teorías del conflicto focalizan sus argumentos en la estructura externa o exoestructura; es decir, en los vínculos entre Estados y particularmente en los de dominación. Por su parte, las
teorías del orden priorizan las endoestructuras, que dan lugar a los mecanismos idiosincrásicos responsables de la transformación de cada sociedad. Un análisis más adecuado, menos sesgado, debería incluir ambos ingredientes del cambio.
Orden y conflicto
Según las teorías de la modernización, el estadio actual de un sistema social está encadenado con los anteriores por una relación de progreso. Queda definida, de esta manera, una escala inexorable cuyos peldaños transitarán todas las sociedades desde fases menos hacia las más desarrolladas. Irónicamente, esta suerte de historicismo fue blanco de las críticas de Popper en
La Sociedad Abierta y sus Enemigos y en
La miseria del historicismo. La tesis central de este filósofo liberal inglés, tatcheriano, es que
no se pueden formular leyes históricas de largo alcance porque es imposible predecir el curso del conocimiento humano.
Germani
Si bien por la misma senda, no todos los países evolucionan al mismo ritmo. Por eso, en un tiempo cualquiera, la composición del mundo se encontrará disgregada en bloques de países. Así, los centrales se distinguen de los que están en
vías del desarrollo y estos, a su vez, de los subdesarrollados. La razón de las diferentes velocidades de evolución está dada, dentro del
paradigma del orden, por obstáculos que emergen en el seno de cada sociedad.
Germani, por ejemplo, responsabiliza del estancamiento de América Latina a la emergencia del comportamiento conservador de los terratenientes, a las resistencias de las Fuerzas Armadas, pero fundamentalmente a que la incipiente modernización económica no fue acompañada por la modernización política.
Si bien la
sociedad dual de Germani es un pequeño vórtice en la gran rueda evolutiva de la sociedad, la mirada vuelve a ser hacia dentro. No se estudia la interacción entre Estados sino que se da por supuesto el papel que cada uno de ellos debe ocupar en el concierto de las demás naciones y, a partir de allí, se confeccionan las políticas económicas y sociales fronteras adentro.
La fragmentación interna de un país determina la segmentación en la escala del desarrollo. La tesis es que aquellos sectores, regiones o polos de producción que se adapten al nuevo orden mundial son los que crecerán con mayor velocidad, mientras que los demás no prosperarán o lo harán de forma lenta. Queda claro que un país compuesto mayoritariamente por zonas dinámicas progresarácon mayor facilidad que otro que no posea esta estructura interna. Las soluciones a los problemas sociales también consisten en la modificación de las endoestructuras; bien por medio de la reforma de viejos mecanismos o bien por la invención de unos nuevos. Así, Rostow y de este lado del Ecuador, Terragno, ponen énfasis en ciertas estrategias de inversión en los mercados internos como salida al retraso en el desarrollo.
Toffler
Otro modernista es Alvin Toffler. Él concibe el desarrollo social en capítulos. Explica la historia como una marejada que en algunos lugares ya va por la cuarta ola. De la misma manera que Germani abría el panorama para explicar la transición desde la
sociedad tradicional a la
economía hacia dentro por el proceso de secularización, Toffler utiliza el concepto de superposición. En ciertos aspectos, las naciones están surfeando en alguna de dichas olas; sin embargo, en otros lo estarían haciendo en una especie de superposición: "
...ni siquiera los Estados Unidos vive «totalmente» en la «tercera ola», ni hablemos de la «cuarta»" argumenta el norteamericano para adecuar su metáfora a la realidad. Para Argentina, el futurólogo diagnostica una condición similar puesto que, según su análisis, se trata de un país en la segunda ola con algunos comienzos de la tercera.
Cuando la interacción entre países es imprescindible, los modernistas recurren al concepto de
globalización. La globalización sería una especie de manantial de información y conocimiento a la que todo el mundo tiene acceso igualitario para conformar una identidad cultural. Esta deja de ser el resultado de una construcción colectiva histórica para ser un panorama que es un agregado de recortes individuales de lo ya provisto:
Cada argentino tendrá una ventana al mundo desde su casa (...) seleccionará lo que más le convenga o le guste o se adapte a su modo de vida y de allí surgirá una cultura propia.
No existe dominación sino la libre elección (dentro de un marco acotado). Para Toffler la libertad no se mide por la amplitud de opciones que tienen las personas sino por la posibilidad de realizar cosas que otro no les prohíbe explícitamente. El resultado del proceso de sometimiento a la globalización es una cultura no menos argentina que la de hoy, pero sí más «abierta» y «flexible» al lugar que el concierto de todas las otras naciones, con sus pesos de incidencia relativos, le tengan reservado.
Para
el paradigma modernista, salir del subdesarrollo consiste en poner a la sociedad en la escalera ascendente y dejar que las laxas pero ineludibles leyes del destino la empujen peldaño tras peldaño; y la tarea de la economía y la política nacionales sería mantenerla dentro de estos andariveles. La suma sin interacciones de un amontonamiento de obras individuales es la tela a partir de la cual se confeccionará la forma acceder a los cambios internos que deban hacerse para lograr estos objetivos, que son tan externos a la sociedad como lo son el resto de las imposiciones culturales, económicas y políticas.
2005-11-14 17:46 | 0 Comentarios